Es posible producir electricidad de bajas emisiones de carbono mediante energía solar, nuclear y eólica, o mediante plantas energéticas de carbón que capturen y guarden sus emisiones de CO2. Hay quienes consideran que para poder salvar al mundo de la contaminación, será necesario convencer a los proveedores de energía de que adopten fuentes con bajas emisiones de carbono, a pesar del menor precio del carbón y su mayor facilidad de uso
El consumo cada vez en aumento de los combustibles fósiles y las inquietudes respecto del cambio climático hoy impulsan la búsqueda de combustibles alternativos y una mejor batería podría ser parte de la solución. Los automóviles tienen que cargar su propia fuente de energía y gastan energía en hacerlo, por lo que mientras mejor sea el peso por unidad de ésta, mejor.
En EE.UU existe el denominado “Departamento de Energía” que tiene una nueva dependencia destinada a esas investigaciones y experimentos. La Agencia para Proyectos de Investigación Avanzada de Energía, financia proyectos de alto riesgo y alta retribución y explora resultados de gran importancia tales como decenas de millones de vehículos que recorrerían 480 kilómetros diarios con electricidad de fuentes limpias o con combustibles líquidos derivados de árboles o basura.
Un equipo de una compañía en ciernes (FasCap Systems), ya utiliza pequeñas estructuras de carbono denominadas monotubos para almacenar electricidad. La meta es crear algo del tamaño de una batería de lámpara de mano, que sólo contenga alrededor de un 30% de esa energía, pero que puede cargarse a descargarse en dos segundos, casi de por vida. En otro laboratorio, de otra empresa, se estaba desarrollando un “genoma de materiales”, con el uso computadoras para pronosticar las cualidades de los materiales que podrían utilizarse en las baterías, y, entonces fabricar los que la computadora clasifique como más útiles y preferidos.
Otro enfoque es la conversión de la energía almacenada en plantas y árboles en un combustible automotriz. Las plantas y los árboles almacenan más energía de la que es consumida por autos, camiones, trenes y aviones, y lo hacen al extraer carbono de la atmósfera. Sin embargo, no devuelven esa energía fácilmente, al menos no sin tomarse millones de años para convertirse en petróleo. En lugar de ello, generan azúcares portadores de energía en la forma de celulosa.
Otra investigación bastante adelantada está referida en manipular los genes del pasto y del sorgo para desarrollar plantas que creen enzimas de manera interna y digieran su propia celulosa en cierto momento, para dejar atrás los azúcares que pueden ser convertidos en gasolina, diesel o turbosina.
Otra alternativa interesante para producir electricidad es la relacionada con la fuerza de los vientos. Las altísimas turbinas eólicas que en varios países se yerguen, son evidencia de un suceso favorable evidente. Además de las turbinas eólicas de los pueblos, paneles solares generan electricidad para diversas actividades. Los fabricantes chinos de paneles solares proveen ahora aproximadamente el 40% del mercado de California, el más grande de Estados Unidos, y a la mayor parte del mercado europeo.
La energía renovable también se investiga su aplicación en misiones militares. Las tecnologías de energía renovable, que se han vuelto más confiables y menos costosas en los últimos años, hoy representan sólo un pequeño porcentaje de la energía usada por las fuerzas armadas de los EE.UU., pero varios líderes planean expandir rápidamente su uso en el transcurso de la próxima década.
Es notorio que la solución para el cambio climático creado por el hombre depende de la transición hacia una producción de electricidad que, a diferencia de quemar petróleo, gas natural y carbón, emita nada o casi nada de dióxido de carbono, gas de invernadero que es el principal responsable del calentamiento global.
La Argentina ha tenido cerca de 20 años de autoabastecimiento de petróleo y gas, e incluso ha sido un fuerte exportador; pero este ciclo terminó e ingresa en otro más difícil , en el que vamos a depender en forma creciente de energía cara, importada y escasa. La situación más preocupante la presenta el gas. Argentina es uno de los países más gasíferos del mundo: el 50% de su consumo de energía es gas. En Brasil el gas representa el 9%, en Estados Unidos el 22%, en la Unión Europea el 25%. Sólo Rusia superaba a la Argentina, con el 55%, pero con la diferencia de que Rusia tiene reservas para aproximadamente 70 años, mientras que la Argentina las viene perdiendo y alcanza a cerca de 7 años. La disminución de las reservas es preocupante: las del petróleo cayeron 15% respecto de su valor más alto y las de gas un 47%.
Las fuentes alternativas son en general caras. Estamos hablando de las clásicas, la energía nuclear, la hidroeléctrica y la eólica, para citar las más importantes. En realidad para Argentina el problema puede ser el de los costos. Estas alternativas son rentables a largo plazo, porque tienen bajo costo operativo, pero son muy densas en capital inicial. Estoa datos aclararán situaciones: un KW instalado térmico – a gas o petróleo –tiene un costo de 800 a 1.000 dólares. En el caso de la hidroelectricidad, ese costo es de 3.000 dólares, en el eólico más de 2.000 a 2.500 y la nuclear entre 3.800 y 4.500 dólares. Teniendo en cuenta que es preciso instalar 1.000 MW por año, se van a necesitar un sobrecosto de capital de 2.000 millones al año, que no deja de ser una cifra trascendente.
Todo esto promueve, en cualquier parte del mundo, a dedicarle una atención preferente a la búsqueda de nuevas fuentes de energía que, inclusive, contribuyan a menores costos en una serie de etapas.
La Comisión Europea aumentó la alarma informando que “la contaminación ocasiona prematuramente la muerte en España a 16.000 personas al año y que puede aumentar la mortalidad al menos en un 5%. Se trata de un problema que tiene, por lo menos 30 años, y que ha requerido medidas drásticas, como disminuir la circulación de los autos y rebajar las emisiones de gases de las fábricas. Las ciudades más perjudicadas están rodeadas de enormes polos industriales cuyas chimeneas echan humo contaminante y agravan los perjuicios que causan los automóviles. Nunca han habido tantos vehículos en circulación, que crean “boinas grises” de menor magnitud en torno a las autovías y autopistas cuando se concentran en los núcleos urbanos menores pero también muy contaminantes. En Barcelona la boina gris también ataca a los habitantes y en la ciudad catalana se plantea aumentar los estacionamientos reservados para los taxi y así reducir la circulación contaminante. También se reclama, como en Londres, un impuesto especial para circular por el centro de la ciudad.
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