Cada vez aumenta el número de emisores que buscan una calificación (rating) o un mejor nivel en el mismo, para facilitar su obtención de fondos en mejores condiciones en los mercados internacionales, ya que los papeles de riesgo que se emiten con mejores calificaciones pueden ofrecer menor tasa de interés y viceversa, debido a que los mayores intereses (en una calificación más baja) tratarían de vencer la menor confianza de los inversionistas.
Algunos definen a la calificación como una opinión que se emite sobre la capacidad presente y futura de un emisor (país, institución o empresa) para cumplir una obligación financiera según las oportunidades y montos pactados originalmente. Este mecanismo de calificación estudia el riesgo económico y político de un país o de una empresa y su incidencia en la capacidad para cumplir con los compromisos adquiridos. Es un factor importante para el acceso a los mercados internacionales, constituyéndose en elemento determinante en la valoración de la deuda de los países, en sus diferentes modalidades de emisión.
Son empresas privadas, caracterizadas por alta o total independencia, traducido en prestigio y credibilidad, que tienen como objetivo organizacional el establecer una calificación, bien sea sobre una nación (riesgo país) o sobre una empresa como un todo o sobre sus títulos valores, e informarla mediante un dictamen u otros medios, a todas aquellas personas naturales y jurídicas, interesadas en su consulta. Las más importantes y grandes calificadoras del mundo son Fitch, Moody’s y Standard & Poor’s.
El análisis constituye todo un trabajo profesional de alta calidad, envergadura y responsabilidad; la colocación de letras, y/o números, y/o signos + ó -, al lado de un país, de un sector de la economía o de una empresa en particular. La evaluación de riesgo crediticio se fundamenta en una opinión basada en análisis cualitativos y cuantitativos que cambian de acuerdo con el entorno económico de cada nación, industria o sector. Dentro de estos, cada tipo de calificación varía de conformidad con la naturaleza del valor que se emite, la empresa que emite, su desempeño particular y su cultura empresarial. Es fundamental entender que el proceso de calificación de riesgo crediticio no se puede limitar al análisis de sólo algunas razones financieras.
La calificación genera una especie de señal, la cual determina, en gran medida, el crecimiento económico de una nación o de una compañía. Las agencias evalúan el nivel de incertidumbre o estabilidad que ayudará a una inversión en convertirse en favorable o no. De allí, que ante los ojos de los inversionistas que tienen en cuenta esta herramienta, una A, un 1 o una C, aparte de un símbolo positivo (+) o negativo (-), puede determinar el destino final de sus inversiones.
A pesar de la existencia de un mayor número de empresas calificadoras de riesgo, algunas se destacan por ser reconocidas ampliamente por su trayectoria y responsabilidad. Al comienzo de los noventa, sólo seis países estaban bajo el análisis de calificadoras de riesgo internacionales, mientras que en el 2000 existían 20 naciones bajo la observación de las más prestigiosas y conocidas empresas calificadoras de riesgo soberano. Es evidente que el número se ha incrementado notoriamente en la actualidad.
Desde el punto de vista técnico se ha llegado a la conclusión que un proceso de calificación de naturaleza privada comprenderían tener en cuenta ciertas etapas básicas: 1) solicitud de calificación por parte del emisor, con el correspondiente contrato, 2) revisión del material suministrado en la solicitud preliminar de información. En base a esta información se realizan una lista de preguntas sobre dudas y aspectos importantes para ser tratados en el encuentro de calificación. A continuación se elabora la agenda de visitas. La agenda es suministrada a la empresa para que prepare los temas a tratar, 3) análisis final de la información. Se elabora el perfil de la calificación y se presenta a la junta directiva de la sociedad calificadora en donde se asigna la calificación, 4). notificación de la calificación a la entidad. La empresa puede aceptar, apelar o rechazar la calificación. Igualmente, la empresa puede mantener la calificación privada hasta que se decida realizar una emisión o hasta que desee hacerla pública.
Pero no podemos negar que muchas calificadoras especialmente internacionales, han tenido sus problemas, en particular por diagnósticos no muy convincentes, talvez inoportunos, o información con enorme retrasos o desconocimientos de hechos que se entendían debían haber sido previstos.
El mundo de las agencias de calificación está dominado por las consultoras Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch. Recordemos que una investigación del diario Financial Times denunció que Moody’s había calificado en forma incorrecta instrumentos de deuda europeos por varios miles de millones de dólares, asignando valores superiores a los debidos. También, entre otros casos, las calificadoras de riesgo les otorgaron buenas notas a los fondos de inversión que sirvieron para que las compañías que brindaron préstamos hipotecarios en los Estados Unidos, como Countrywide Financial, volcaran allí sus hipotecas y se hicieran de más dinero para seguir otorgando créditos.
Las calificadoras de riesgo han sido responsabilizadas por muchas de las pérdidas que perjudicaron a los mercados de capitales recientemente. Y esas críticas se suman a otras, cuando ocurrieron quiebras resonantes que ellas nunca anticiparon. Tras los múltiples cuestionamientos a las calificadoras de riesgo por no advertir con anticipación los efectos de las hipotecas de alto riesgo, la SEC (Comisión de Valores de Estados Unidos) anunció que tomaría recaudos para investigar las actividades de estas entidades. “Las agencias de calificación - tras el descalabro provocado en el mundo financiero por la crisis “subprime” en Estados Unidos -, que puso en observación a las agencias calificadoras de riesgo como parte integral del sistema financiero, se estableció que tienen prohibido colaborar con el diseño de productos financieros que ellas mismas califiquen. Así se desprende de un nuevo código de conducta elaborado por la Organización Internacional de Comisiones de Valores (IOSCO, que se publicó tras una reunión en París. En principio, el código será de cumplimiento voluntario, prohibir a sus analistas hacer propuestas o recomendaciones en lo que se refiere al diseño de productos financieros estructurados que “ellas mismas califiquen”, sostuvo la organización. En la crisis asiática, las calificadoras de riesgo no se comportaron de forma muy distinta a los participantes del mercado, según el FMI.
La agencia de calificación crediticia Standard & Poor's (S&P) inició la puesta en práctica de un conjunto de 27 medidas para revisar su asignación de ratings, tal y como ya hicieron Fitch y Moody's.
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