lunes, 26 de mayo de 2008

¿Un nuevo análisis sobre la globalización y sobre la nueva revolución económica?

El mundo se enfrenta a una nueva revolución económica, esta vez basada no esencialmente sobre el sector industrial sino sobre las comunicaciones y los servicios. La actual situación económica ha mostrado los límites de un proceso de globalización económica que favorece a sectores limitados de la población mundial y pone en cuestión las condiciones mismas de sustento del sistema. Los paradigmas económicos priman sobre los políticos dentro de un panorama inquietante: el sector financier0o está cada vez más desvinculado de la economía real, hay un divorcio creciente entre la producción y el consumo, y no existen mecanismos reguladores estatales ni supraestatales que permitan ordenar el desconcierto del sistema de valores que pone en peligro la democracia misma. La preocupación también reside en desentrañar en qué medida los países emergentes pueden sobrellevar un shock global adverso, en momentos en que las turbulencias financieras da nuevo empuje a escépticos y pesimistas, que sostienen que nadie estaría a salvo. La transformación de Asia Pacífico en nuevo centro dinámico de la economía mundial acarrea un aumento sostenido en el tiempo de la demanda de las materias primas; con lo cual la coyuntural valorización de los productos naturales se vuelve estructural. En un mundo con conveniente movilidad de capitales, debería existir una relación más accesible entre el ahorro y la inversión y este lazo se ha debilitado muy poco en los países industrializados: la mayor parte de la inversión interna es financiada con ahorro doméstico. En las economías emergentes en su conjunto, sólo un menor porcentaje de la inversión doméstica es financiada externamente. Además, aunque los mercados tienden a ser cada vez más globales, en los estados industrializados los gastos públicos han aumentado notablemente en los últimos años. Las dificultades que pueden obstaculizar la marcha del proceso de globalización no se resuelven - -, según algunas opiniones -, estableciendo controles cuya existencia termine erosionando la confianza del inversor, sino, por el contrario, propiciando una mayor integración financiera y asegurando mercados más abiertos que superen las acciones nacionales. Desde ya, los riesgos serán mucho más importantes para países con mercados financieros pequeños y relativamente poco sofisticados, como lo ha señalado con crudeza el hecho de que las crisis económicas se han originado principalmente en la periferia del sistema y no en el centro, como en situaciones pasadas. En el propio mercado mundial no se practica un comercio plenamente libre sino administrado, debido al predominio de las grandes corporaciones en cuyo interior se desarrolla una parte importante del flujo internacional de mercancías. Se calcula que cerca del 40% del comercio mundial de bienes representa un intercambio entre filiales de empresas multinacionales. Las razones históricas que promovieron son conocidas: la crisis del dólar a principios de los años setenta que fue acompañada bien pronto por la crisis del petróleo, significó en los países desarrollados el boom de la posguerra y la aparición de políticos importantes al frente de países destacados que desregularizaron sus economías y estabilizaron sus monedas. La crisis de la deuda de los años ochenta creó, por otro lado, nuevas reglas de juego y de funcionamiento en los mercados financieros internacionales. El cambio de las ideas acompañó en realidad, una nueva revolución tecnológica, que le sirve de sustento: la revolución informática y de las comunicaciones. Si la primera revolución industrial reemplazó el músculo por la máquina, ahora se plantea el reemplazo del cerebro por la computadora, por lo menos para un número importante de funciones. La revolución en las comunicaciones constituye, a su vez, otro elemento clave para explicar el cambio en la economía y en las ideas económicas. Su principal característica, la rapidez de la información incorpora el tiempo real que hace posible la intensificación explosiva de los flujos económicos y financieros en todo el globo. Las crisis en los mercados financieros, la de 1987, la del tequila mexicano, la del sudeste asiático, la rusa, la de Brasil , la caída de las acciones de la nueva economía, la crisis argentina del 2000, y las más recientes como la crisis inmobiliaria de los EE.UU mostraron una creciente inestabilidad del sistema. La burbuja crediticia asociada con los préstamos subprime fue una de las últimas de una serie de burbujas, desde el mercado de valores hasta las viviendas, que estallaron en el curso de los recientes años y que han socavado aún más la confianza en los mercados. La globalización financiera ha transformado la economía mundial, donde más de un billón de dólares circulan diariamente de un país a otro, en su mayor parte con fines especulativos, provocando alza de los intereses reales y frenando el consumo doméstico y las inversiones productivas de las empresas. El mundo llegó al siglo XXI sin tener en claro los escenarios que se le presentan. Nos hallamos, en todo caso, lejos del futuro optimista de principios del siglo XX. En ese momento se estaba produciendo una formidable revolución tecnológica y sus contemporáneos se encontraban muy confiados respecto de los resultados positivos que la misma traería, aunque algunas tarifas hayan bajado, los subsidios agrícolas de los países desarrollados aumentaron en los últimos años, ocasionando unas pérdidas para los países periféricos, según informes obtenidos del Banco Mundial, de casi 20000 millones de dólares.

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