La migración es un fenómeno que se ha dado a lo largo de toda la historia de la humanidad, de allí que pueda decirse que el ser humano es una especie migratoria. Sin embargo, hay determinados periodos en los que dichos movimientos se intensifican y adquieren gran importancia por razones económicas, políticas, demográficas, de índole religioso, social o las motivadas por catástrofes naturales. La inmigración constituye una de las primeras preocupaciones a escala mundial, tanto en el contexto de los países de origen como en los países de destino. Los movimientos migratorios de los seres humanos se han producido siempre, pero en estos momentos se están sucediendo con más intensidad y, previsiblemente, continuarán y se incrementarán durante el siglo XXI: del campo a la ciudad, de las regiones pobres de un país a sus capitales, del sur al norte. Su efecto está siendo importante sobre la economía y la sociedad de todas las zonas, emisoras y receptoras. En la era de la globalización es imposible analizar la realidad de las migraciones con el único punto de vista de la sociedad receptora, contemplando solamente la llegada de la persona a la frontera. Las causas de la salida, los mecanismos que entran en juego en el propio retorno, los diferentes vínculos que se mantienen entre familias y comunidades, forman parte de un proceso migratorio que debe verse en su conjunto.
Para las sociedades receptoras el reto es diseñar un modelo de integración que permita, con el concurso de esos nuevos ciudadanos, construir una sociedad mejor y más digna. ¿Cómo definir un modelo de integración que pueda ser entendido y asumido por todos? En general, existe cierto consenso en que la migración genera un efecto positivo sobre el crecimiento de los países receptores. Estudios migratorios que usan una perspectiva histórica refuerzan esta idea. Demógrafos, historiadores y economistas coinciden en apuntar que los flujos migratorios tuvieron un impacto positivo en el crecimiento económico de países como Estados Unidos, Canadá, Australia y en nuestra Argentina en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Del mismo modo, el acceso casi ilimitado a mano de obra derivada de la inmigración de cientos de miles de personas de las colonias o bien de trabajadores migratorios de muchos estados Europeos (Francia Alemania, Suiza y el Reino Unido) fue un importante factor en el rápido crecimiento de estos países entre 1950-1973.
Empero, la inmigración también puede generar efectos negativos sobre el crecimiento. Mano de obra redundante en los lugares de trabajo puede disminuir la productividad. Por otro lado, como ya se indicó, la presencia de inmigrantes puede en determinados momentos inhibir el proceso de desarrollo tecnológico (empleadores pueden utilizar mano de obra barata y así mantener la competitividad) lo que en el largo plazo afectará negativamente el crecimiento. O sea, varios estudios mostraron que el impacto económico de la inmigración en los países receptores tendía a ser positivo, aunque marginal la mayoría de las veces. La inmigración ayuda a solventar el sistema de seguridad social, tiene un efecto positivo en el crecimiento económico y no necesariamente deprime los sueldos o genera desempleo entre los trabajadores locales.
El impacto generado por el éxodo de trabajadores es quizás el único punto donde existe consenso sobre los efectos de la migración en la economía de los países. En general, los autores coinciden en señalar que la fuga de mano de obra es negativa para el país emisor, sobre todo en el caso de mano de obra calificada. La pérdida de personal altamente capacitado como economistas, ingenieros, abogados, médicos, científicos y otros profesionales repercute negativamente en la productividad de la economía del país emisor. Es preciso recordar que muchas veces el Estado invirtió mucho dinero en la formación de este conjunto de especialistas y que por ende su partida reviste una consecuencia negativa para el país emisor. En el caso de los científicos más calificados, su emigración significa que el país se verá privado de personas muy difíciles de sustituir y dificultará aún más el desarrollo de la investigación local. El éxodo de cierto personal como médicos, enfermeras, psicólogos y paramédicos o bien de profesores, también genera una grave pérdida para los países y generalmente puede generar escasez de profesionales en sectores claves como la salud y la educación. Es preciso señalar, sin embargo, que en muchos países en desarrollo, el Estado tiende a formar más profesionales de los que el mercado laboral puede absorber.
Se necesita, por lo tanto, implementar nuevas medidas a nivel nacional e internacional que den frutos a corto plazo. Crear alternativas favorables, cosa que los ciudadanos sientan que cuentan con todas las comodidades y facilidades en su país y no en una tierra a la que no pertenecen. Si no se procede a tomar decisiones seguirán creciendo las cifras de migración y habrá miles de habitantes, de América Latina o de otras latitudes en el extranjero intentando mejorar su nivel de vida.
(Ver el inicio del tema en el blog del 23/5/08)
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