Aunque los Estados más prósperos endurecen las leyes para intentar detener la creciente afluencia de inmigrantes, más de doscientos millones de personas viven legalmente lejos de su país. La globalización ha promovido un cambio tecnológico y una expansión económica sin precedentes, pero también ha acrecentado las desigualdades y ha introducido el concepto de un mundo homogéneo y estandarizado. Sin embargo, los fuertes movimientos de población están haciendo del mundo global un lugar de una diversidad cultural que antes ni se imaginaba. Hoy, la mayoría de los grandes desplazamientos humanos se hacen en busca de trabajo y oportunidades. Pero aunque el espíritu que mueve a los inmigrantes del siglo XXI es en el fondo muy parecido al que llevó en el siglo XIX a miles de europeos a América, existen grandes diferencias entre ambos grupos humanos.
Hay tantas migraciones como razones para hacerlo. Existen razones políticas y razones económicas; razones personales, afectivas o familiares. Dentro de estas últimas, las de promoción profesional identifican a mucha gente de países centrales, sobre todo europeos dentro del continente, cualquiera fuera el destino. Algunas migraciones son definitivas; otras transitorias. Pueden ser también internas o externas, pero siempre suponen un cambio de residencia; un cambio de hábito; de costumbres; requiere una adaptabilidad social y supone cambios en el que se desplaza tanto personales como familiares. En Argentina las migraciones más recientes se produjeron por la crisis económica; la inestabilidad social, la recesión y la falta de oportunidades dentro del mercado laboral nacional. Muchos argentinos buscaron en la migración nuevos horizontes; mejores condiciones de vida; acceso al mercado laboral y mejores posibilidades para su familia.
El impacto económico de la migración provoca bastante menos controversia cuando se trata de los efectos sobre los países emisores. Esta tendencia es curiosa porque no está del todo claro que la emigración solamente genere efectos positivos para países emisores. Entre los aspectos positivos de la emigración sobre la economía de países emisores, se indica que la salida de personas muchas veces representa una válvula de escape para crecientes problemas sociales. En este siglo veintiuno, por ejemplo, los emigrantes necesitan a Europa y Europa necesita a los inmigrantes. Una Europa de puertas cerradas sería más pobre, más débil y más vieja. Una Europa de puertas abiertas será más justa, más rica, más fuerte y más joven, siempre que Europa aborde debidamente la inmigración. No cabe ninguna duda que las sociedades europeas necesitan inmigración. Los europeos viven cada vez más y tienen menos hijos. Sin inmigrantes, la población de una Unión Europea que pronto contará con 25 o más Estados miembros disminuirá y pasará de cerca de los 450 millones que tiene en la actualidad, aproximadamente, a menos de 400 millones en 2050.
El tema de los efectos económicos de la migración no sólo es controvertido porque diversos grupos lo usan como bandera de lucha para promover su visión particular frente al mismo, sino también porque no existen estudios que hayan producido evidencias, concluyentes sobre las repercusiones económicas de la migración, tanto en países receptores como emisores. Al igual que grupos o partidos políticos que apoyan o se oponen a la migración; economistas, politólogos y sociólogos dedicados a estudiar el tema, se muestran bastante divididos al respecto. Por otra parte, desentrañar las consecuencias económicas de la migración es una tarea bastante difícil dada la complejidad de la economía actual caracterizada por un alto nivel de interconexión, interdependencia y sofisticados niveles de tecnología. Por si esto no fuese suficiente, estudios de este tipo se dificultan por la falta de información adecuada que permita realizar investigaciones que produzcan evidencias irrefutables sobre los efectos de la migración en la economía. Otra debilidad de los estudios en esta materia es que éstos han sido en su gran mayoría llevados a cabo en países desarrollados, por lo que no existe demasiada información sobre las consecuencias de la inmigración en países receptores no desarrollados. Asimismo, no se han realizado demasiados estudios sobre el impacto económico de la emigración en países emisores.
(continuará)
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