Creemos oportuno referirnos esta vez al tema de los subsidios que se otorgan, y que ascienden a cifras que superan importes millonarios.
El gobierno apela a los subsidios, como herramienta de compensación hacia los sectores estratégicos de la producción, pero que no siempre lo reciben los que trabajan la tierra. Frigoríficos, molinos harineros, usinas lácteas, concentradores de granos y exportadores, son en definitiva los más favorecidos. Las distancias a los mercados y centros de distribución o concentración, marcan una diferencia notable entre los precios de las regiones periféricas y las centrales.
Para hacer más claras estas expresiones: es una ayuda o auxilio económico, de carácter extraordinario para el comercio y la industria y que no requiere una contraprestación en bienes y servicios. El gasto en subsidios que efectuó el gobierno el año pasado ascendió a $14.626,2 millones. Una cifra verdaderamente preocupante. Aumentó un 125% con respecto al año anterior. Los desembolsos fueron fundamentalmente para los sectores de la industria, energía, transportes, alimentos y para el sector rural y forestal, en rubros tan variados como los productos avícolas, ganado porcino, lácteos, oleaginosas y de granos. También para otras empresas públicas como Aerolíneas Argentinas, Austral y LAN Argentina, entre muchas otras. En realidad, innumerables actividades del quehacer nacional están subsidiadas por el gobierno. Este sostiene que los subsidios contribuyen al crecimiento de la economía.
Ello es parcialmente cierto, ya que aplicados constructivamente pueden servir para promover el desarrollo económico o conseguir mejoras sociales. Pero hay varias teorías al respecto. Teorías verdaderamente contrapuestas. Muchas subvenciones promueven indirectamente la ineficiencia, desigualdades económicas y fricciones internacionales. El precio de los insumos son más caros y los productos valen menos. Difícil de resolver esta ecuación, si no es por medio de subsidios y promociones sectoriales que pongan cierto equilibrio y no desaparezcan producciones regionales que son afectadas por estos desajustes. Salvo algunas muy contadas excepciones, las subvenciones representan la transferencia de la renta real de un grupo a otro. Generalmente, de los contribuyentes o del público consumidor, a los productores de bienes y servicios. Estas transferencias se hacen efectivas mediante el poder coactivo del Estado e inevitablemente modifican los resultados de los mercados.
Mientras en Estados Unidos y la Unión Europea se subsidia al productor para compensar los costos y retener al campesino en su chacra a través de incentivos económicos, en Argentina el Estado nacional se apropia de una renta que se establece como muy alta y se hace un recorte a través de las retenciones, con el doble fin por un lado, de fortalecer las cuentas nacionales y, por otro lado, para mantener los precios internos en niveles compatibles con el poder adquisitivo de la población. Un país que no planifica estará condenado siempre a vivir pendiente de las coyunturas, con la posibilidad muy probable que la lectura no sea la correcta y se produzcan errores que siempre le cuestan muy caro a la sociedad argentina. La planificación es la esencia de un modelo de país que se quiere proyectar, la base del modelo que se quiere construir.
“Los subsidios para evitar subas de tarifas, paliar el impacto de la crisis energética y la suba en los precios de los alimentos, entre otros fines, aumentarán este año un 50% respecto de 2007 y superarán los 20000 millones, según estimaciones privadas. Se trata del mayor monto de la gestión de gobierno actual y equivale al 2% del PBI. La cifra final dependerá de las compensaciones para el agro, las temperaturas del invierno y la evolución de los precios internacionales.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario