El último informe del Fondo Monetario Internacional (F.M.I), es bastante severo en cuanto a las orientaciones que presentan las economías en diversos países, como así también en el panorama del conjunto. Trataremos de resumir los puntos fundamentales del informe del organismo internacional:
Las perturbaciones que sufren los mercados financieros desde agosto de 2007 —cuando el retroceso de los precios de la vivienda en Estados Unidos dislocó el mercado nacional de las hipotecas de alto riesgo— se propagaron rápida e imprevistamente, produciendo graves daños a los mercados e instituciones que conforman el núcleo del sistema financiero. Las secuelas son variadas: reducción de la liquidez en el mercado interbancario, descapitalización de grandes bancos y revaloración del riesgo de toda una variedad de instrumentos. Pese a la reacción enérgica de los principales bancos centrales, los problemas de liquidez siguen siendo graves, y la inquietud en torno a los riesgos de crédito no solo es más aguda sino que ya ha trascendido mucho más allá del sector de las hipotecas de alto riesgo.
Las tensiones financieras recientes afectaron a los mercados cambiarios. El tipo de cambio efectivo real del dólar de EE.UU. perdió mucho terreno desde mediados de 2007, acompañado por la disminución de la inversión extranjera en instrumentos estadounidenses de renta fija y variable a causa de la pérdida de confianza en las condiciones de liquidez y de rentabilidad de estos activos, el desmejoramiento de las perspectivas de crecimiento de la economía nacional y los recortes de las tasas de interés. La caída del valor del dólar impulsó la exportación neta y ayudó a reducir el déficit en cuenta corriente estadounidense a menos de 5% del PIB en el cuarto trimestre de 2007, es decir, más de 1½% del PIB por debajo del máximo registrado en 2006. La principal contraparte del declive del dólar de EE.UU. ha sido la apreciación del euro, del yen y de otras monedas con régimen flotante, como el dólar canadiense y las divisas de algunas economías emergentes. Por el contrario, la fluctuación cambiaria no fue tan marcada en algunos países con grandes superávits en cuenta corriente, sobre todo China y los exportadores de petróleo de Oriente Medio. Los precios de las acciones también perdieron terreno a medida que se hacía frágil la economía, y la volatilidad se instaló en los mercados bursátiles y cambiarios.
La expansión mundial está perdiendo ímpetu frente a la grave crisis financiera. La desaceleración es especialmente aguda en las economías avanzadas y sobre todo en Estados Unidos, donde la corrección del mercado de la vivienda continúa alimentando las tensiones financieras. En lo que respecta a las demás economías avanzadas, el crecimiento también disminuyó en Europa occidental, mientras que en Japón la actividad conserva la capacidad de resistencia. Por el momento, las economías emergentes y en desarrollo están menos afectadas por la situación de los mercados financieros y continúan creciendo con rapidez, encabezadas por China e India, aunque la actividad de algunos países está empezando a enfriarse.
La inflación global, por su parte, subió en el mundo entero, impulsada por la pujanza que caracterizó a los precios de los alimentos y de la energía. En las economías avanzadas, la inflación subyacente registró pequeños avances en los últimos meses pese a la desaceleración del crecimiento. En las economías emergentes la inflación global subió más, como consecuencia tanto del enérgico aumento de la demanda como del mayor peso que tienen la energía y, en particular, los alimentos en las canastas de consumo. Los riesgos generados por las presiones inflacionarias también se han agudizado, ya que las condiciones restrictivas de los mercados de productos básicos provocaron un salto de los precios, y la inflación subyacente desplazó al alza.
La balanza global de riesgos para las perspectivas de crecimiento a corto plazo sigue inclinándose a la baja. El FMI considera en este momento que existe un 25% de posibilidad de que el crecimiento mundial disminuya a 3% o menos en 2008 y 2009, lo cual equivale a una recesión mundial. El riesgo más grave son los sucesos que continúan viviendo los mercados financieros, y sobre todo la posibilidad de que las cuantiosas pérdidas generadas por los productos de crédito estructurados vinculados al mercado estadounidense de hipotecas de alto riesgo y a otros sectores, dañen seriamente los balances del sistema financiero y transformen las restricciones al crédito en una contracción crediticia. La interacción entre los shocks financieros negativos y la demanda interna —especialmente en el ámbito de la vivienda— sigue siendo motivo de preocupación en Estados Unidos, y en menor medida en Europa occidental y otras economías avanzadas.
El auge de precios de los productos básicos continúa pese a la pérdida de ritmo de la actividad mundial. Una de las causas principales es el dinamismo de la demanda de los mercados emergentes, que originaron gran parte del aumento del consumo de productos básicos en los últimos años; además, la demanda de biocombustibles encareció importantes cultivos alimentarios. Al mismo tiempo, la oferta no termina de ajustarse al alza de los precios, sobre todo en el caso del petróleo, y en muchos mercados los niveles de las existencias corresponden a mínimos a mediano y a largo plazo. Aparentemente, este aumento de los precios de los productos básicos se debe también, al menos en parte, a factores financieros, ya que los productos básicos se están perfilando como una alternativa más entre las clases de activos de inversión.
De acuerdo con las proyecciones, el crecimiento mundial disminuirá a 3,7% en 2008 —es decir, ½ punto porcentual menos que las previsiones actualizadas publicadas en enero último y 1¼ puntos porcentuales menos que el nivel de 2007— y se mantendría más o menos igual en 2009. La divergencia entre la expansión de las economías avanzadas y las economías emergentes persistiría; en términos generales, y el crecimiento de las economías avanzadas se ubicaría muy por debajo del potencial. Estados Unidos se desplazará hacia una recesión suave en 2008 como consecuencia de la interacción del ciclo de la vivienda y del ciclo financiero, y comenzará una recuperación moderada en 2009 a medida que se vayan resolviendo con lentitud los problemas que pesan sobre los balances de las instituciones financieras.
Para Europa occidental, también se prevé un descenso de la actividad muy por debajo del potencial a causa de los desbordamientos comerciales, las tensiones financieras y un ciclo negativo de la vivienda en algunos países. En las economías emergentes y en desarrollo, por el contrario, el crecimiento se moderaría ligeramente —como consecuencia de los esfuerzos de algunas economías por evitar un recalentamiento, los desbordamientos comerciales y financieros, y cierta moderación de los precios de los productos básicos— pero conservarían el dinamismo en 2008 y en 2009.
La tarea de disipar los riesgos vinculados con los desequilibrios mundiales en cuenta corriente no ha perdido relevancia. Es alentador observar cierto avance en la implementación de la estrategia avalada por el Comité Monetario y Financiero Internacional y los planes de política más detallados esbozados durante la consulta multilateral organizada por el FMI con la finalidad de reequilibrar la demanda interna entre países mediante movimientos propicios de los tipos de cambio reales. Esta hoja de ruta conserva su importancia, pero debería utilizarse con flexibilidad, teniendo en cuenta la evolución de las circunstancias mundiales. También sigue siendo prioritario bajar las barreras comerciales, pero el lento avance de la Ronda de Doha es decepcionante. La expansión del comercio internacional es uno de los factores que más promovió el reciente desempeño destacado de la economía mundial —y el avance en la lucha contra la pobreza mundial—, y es esencial recobrar el ímpetu en este campo.
Fuente: F.M.I
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