Dentro de los acontecimientos que produjeron modificaciones sustanciales en los mercados financieros del mundo, hay uno que nos hemos inclinado a comentar en este blog, y que se refiere al impacto producido por el aumento en el precio del barril de petróleo ocurrido en 1973 y particularmente, por sus consecuencias posteriores. Destacamos que existirán otros cambios producidos en otras épocas, cuyo relato sería preferible al que tenemos ahora como objetivo, pero nadie puede discutir que este acontecimiento ha sido fundamental para los mercados financieros.
El caso que comentaremos comienza en noviembre de 1973 cuando el precio del barril del crudo subió de u$s.4 a u$s. 15 después, que el embargo de la OPEP surtiera efecto. La Organización de Países exportadores de Petróleo (O.P.E.P.) había adquirido suficiente poder de embargo como para impulsar al alza de los precios del petróleo crudo en el mundo entero.
A raíz de este aumento el racionamiento de la gasolina comenzó en los EE.-UU. y Gran Bretaña. El embargo duró nueve meses y la escasez de productos derivados del petróleo generó una serie de subas de precios que afectó a casi todos los productos que requerían transporte, incluso a los alimentos, periódicos, vestimentas y enseres domésticos. En poco tiempo, la inflación aumentaba a ambos lados del Atlántico.
Los otros impulsores de la inflación fueron los enormes ingresos que los miembros de la OPEP obtuvieron por los altos precios del petróleo, Esos dólares (petrodólares) debían desplazarse financieramente. Con tales volúmenes sólo quedaba una opción: depositarlos en los bancos internacionales. Los bancos no suelen rechazar depósitos, pero a veces tienen dificultades para poner ese dinero en funcionamiento.
Por más de una coincidencia, los mayores bancos del mundo comenzaron a desarrollar un negocio que les permitiría usar estos grandes volúmenes de efectivo: otorgar préstamos a los gobiernos de los países en desarrollo para financiar sus balanzas de pagos. Eran tiempos en que existía una suposición generalizada por la cual los gobiernos no quebraban; en lugar de incumplir con los pagos de sus deudas, simplemente podían pedir más dinero prestado. Sobre esta base, grupos de bancos les prestaron miles de millones de petrodólares a los gobiernos de México, Brasil, Venezuela y Turquía y también a Polonia, Rumania, Hungría y la Unión Soviética.
Se desarrolla así un mercado financiero internacional en el que enormes cantidades de dólares se prestaron a tasas de interés flotante (o sea, que se vuelven a determinar cada ciertos intervalos) a muchos países cuya moneda naturalmente tendía a devaluarse frente al dólar, aunque solía haber una barrera a la devaluación bajo la forma de controles de cambio. Pero con el tiempo comenzaron a producirse problemas: Turquía constituye un ejemplo de un país que tuvo dificultades.
Dentro de los comienzos de la década de 1980, dos nuevas fuerzas impactaron los mercados financieros: 1) las economías industriales de Occidente, perjudicadas por cinco años de inflación comenzaron a experimentar problemas, subiendo las tasas de interés internas. A este remedio se le apodó “Reaganomics” (economía de Reagan), por ser el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan, quien lo aplicó por consejo de los economistas de la escuela de Chicago, como Milton Friedman y F. Hayek. En Gran Bretaña, la primer ministro Margaret Thatcher se unió la política de Reagan y, hasta cierto punto, el banco alemán Bundesbank hizo lo mismo. Las tasas de interés en dólares se elevaron hasta el 22%, 2) a los países que habían tomado préstamos en petrodólares se les hacía cada vez más complicado pagar los intereses de sus deudas en moneda extranjera. Los precios de las commodities eran bajos (aparte del petróleo), se contraía el comercio mundial y el componente de interés de sus deudas se estaba volviendo bastante más elevado de lo que habían previsto. En Europa Central los gobiernos de Polonia y Rumania incumplieron con el pago de sus deudas bancarias, Hungría pudo sortear la dificultad. En septiembre de 1982 hubo preocupación por el anuncio de México de que dejaba de pagar su deuda externa.
A esto le siguió una década de defaults de otros países en desarrollo, inclusive Brasil. En cada caso hubo un alejamiento entre el deudor y sus acreedores, bancos en su mayoría, hasta que se reprogramó el pago de la deuda. Banqueros afirmaban que los países no quebraban. Tenían razón. Pero pueden incumplir los pagos de sus deudas y sufrir los resultados de pedir prestado de más y luego rehusar o demorar los cumplimientos de los pagos, lo que también dañan a quienes prestan.
Como resultado de las negociaciones por las deudas soberanas se desarrollaron técnicas que permitieron que los préstamos se transfirieran y negociaran. Esto facilitó la tarea de los bancos que querían reducir sus pérdidas y vender su exposición al crédito a otro banco a precios reducidos. Una vez que fue común operar deudas con descuento, los países pudieron asegurarse una verdadera reducción de la carga de sus compromisos, ya sea mediante la recompra de la deuda con descuento o volviendo a emitir nuevas formas de deuda con mejores términos. Muchos países eligieron reemitir sus préstamos bancarios bajo la forma de bonos, con un pago garantizado de capital al vencimiento, llamados bonos Brady.
A los prestamistas les convenía que se redujera su exposición general y el hecho de que se pudiera negociar fácilmente los bonos. Significaba que otros inversores, además de los bancos, podían comprarlos. También se entendía que un incumplimiento futuro por parte de un país sería bastante complejo e involucraría a miles de tenedores de bonos y no sólo a un grupo de bancos. Se pensó que la conversión de préstamos bancarios en bonos Brady disuadiría a los países de un nuevo default.
Los bonos Brady, junto con otras emisiones de bonos de países en desarrollo o “emergentes”, se convirtieron en una nueva clase de activos. A mediados de la década de 1990, había alrededor de u$s. 190 mil millones de bonos Brady y quizás u$s. 500 mil millones de bonos de otros mercados emergentes, la mayoría inscriptos en los libros de los bancos, pero también en las manos de inversores institucionales y fondos especializados en mercados emergentes.
En aproximadamente 20 años, el mundo de las finanzas internacionales habían cambiado, de uno en el que los préstamos para países y compañías internacionales se recaudaban en el mismo país y respondían a la necesidad de efectivo del deudor, a otro con gran movimientos de flujos financieros, que incluían efectivo, derivados, préstamos con descuentos y títulos valores.
(continuará)
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