Los glaciares ocupan aproximadamente el 10% de la superficie del globo y contienen cerca del 75% del agua dulce de la Tierra. Formados a lo largo de distintos periodos geológicos, son la mayor reserva de agua potable del planeta y es por eso que tanto se habla de ellos.
Los glaciares cumplen una función regulatoria de los sistemas hídricos. No regulan directamente los climas, pero indican qué está pasando con estos. Se forman en determinados lugares del planeta, como regiones polares o montañosas. Si bien existen muchas definiciones, podría decirse que es un cuerpo permanente de hielo - formado en la superficie terrestre por acumulación, compactación y recristalización de la nieve – que muestra señales de movimiento por acción de la gravedad. Los glaciares se forman en sitios donde la cantidad de nieve que se acumula es mayor que la cantidad de nieve que se derrite a lo largo de los años. El hielo de los glaciares es el producto de la comprensión de la nieve por efecto de su propio peso.
La importancia económica, social y ambiental de los glaciares andinos, por ejemplo, es enorme. Sus aguas alimentan con agua potable e industrial principales capitales (La Paz, Quito, Lima) y otras ciudades. Proporcionan además una gran parte de la electricidad consumida por los países andinos: más del 50% de la capacidad instalada energética y el 73% de la generación eléctrica en la región son de origen hidroeléctrico. El agua de riego, indispensable para las áridas costas del Pacífico, es de origen glaciar.
La crisis climática, el calentamiento global, están amenazando las fuentes de agua. En particular a los glaciares, que son gigantescos reservorios de agua. En la Región Andina, que concentra el 94% de los glaciares tropicales del mundo, la desaparición de ellos es un proceso acelerado de graves proporciones.
El 71% de los glaciares tropicales están ubicados en el Perú, el 22% en Bolivia, el 4% en Ecuador y el 3% en Colombia. En Perú, en 27 años, se perdió el 22% de la superficie glaciar: de 2.042 kilómetros cuadrados, la extensión se redujo a 1.596 kilómetros cuadrados entre 1970 y 1977. El Chacaltaya en Bolivia (a quince kilómetros de La Paz) prácticamente han desaparecido. El Antisana en Ecuador, que abastece de agua y energía a Quito, ha retrocedido 133 metros en tres años y medio. Y Colombia ha perdido entre 60% y 85% de su superficie glaciar.
La acumulación de nieve y hielo en las zonas altas aporta gran parte de los manantiales, y ríos (aguas superficiales). Muchos de los ríos de la región, precisamente, provienen de los glaciares, por lo que esta pérdida de la extensión glacial acelerada impacta en la provisión de agua para la agricultura, el consumo humano, el uso en la industria y la generación de energía.
En lo extenso de la cordillera de los Andes, en la Argentina, hay una enorme cantidad y variedad de glaciares. Pocos en el noroeste, porque las precipitaciones suelen ser tan bajas que no alcanzan para mantener cuerpos de hielo de importancia, aún cuando las cimas de muchos cerros y volcanes estén por debajo de 0 grado centígrado gran parte del año. En el centro-oeste, las nevadas invernales son más abundantes y la altura de la cordillera sigue siendo muy elevada. Esto permite el desarrollo de un mayor número y tamaño de glaciares, pero las condiciones son áridas y presentan una parte importante de sus espacios cubiertos por escombros. En Neuquén y Rio Negro hay mas humedad, pero la altura media de la cordillera es mucho menor y los glaciares están concentrados en los picos más altos. Más al Sur, la cordillera tampoco es muy elevada, pero las precitaciones son abundantes y la temperatura lo suficientemente baja. Eso permite la formación y el mantenimiento de numerosos glaciares, algunos de gran tamaño. Existen zonas de glaciares identificados en nuestro país que coinciden con la ubicación de áreas mineras.
Los años secos, cuando no hay precipitaciones nivales, es el momento que el glaciar ofrece su especial aporte al ofrecer agua cuando falta. Por eso es esencial desde el punto de vista hídrico y socioeconómico. El mecanismo regulatorio hídrico es sumamente importante.
Con la disminución o desaparición de glaciares aumenta la exposición de la población a peligros climáticos como los aludes y desbordes de lagunas. Y al afectar la provisión de agua, provocará una reducción de la producción agrícola y de la capacidad de generación de hidroelectricidad. Las zonas costeras bajas sufrirán los efectos del aumento del nivel del mar, causando desplazamiento de las poblaciones y daños en las infraestructuras. Además están cambiando los regímenes de lluvia, produciendo cada vez más sequías e inundaciones.
Veamos algunos efectos del derretimiento en el mundo: en nuestra Patagonia los modelos de elevación muestran que, durante los últimos 30 años, 63 de los principales glaciares en sus campos de hielo se han derretido; en Europa los glaciares de los Alpes han perdido las dos terceras partes de su superficie en los últimos 150 años; en la Antártida, en las zonas polares, en los último años, se ha podido observar el desprendimiento de grandes icebergs y placas de hielo, y en Africa, el mayor glaciar del monte Kenia perdió un 92% de su masa en el siglo pasado y los glaciares del monte Kilimanjaro han disminuido un 73% en ese periodo. Además, los glaciares están amenazados por el enfriamiento del mar antártico, que ha causado una alarmante disminución de las nevadas en los últimos 100 años.
El calentamiento global está haciendo retroceder a los glaciares provocando dos grandes problemas a escala planetaria: la falta de agua y el aumento del nivel del mar. Tanto desde el punto legal como administrativo del Estado y de las provincias afectadas deberán tenerse en cuenta estas situaciones y analizar, en nuestro país, métodos de prevención y solución. Contar - por ejemplo - con una Ley de Glaciares que promueva el ordenamiento territorial del área cordillerana y un sistema de áreas protegidas es fundamental para asegurar la provisión futura de agua dulce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario