Estamos inmersos en un mundo donde el capital financiero es enorme y se mueve con suma facilidad. La crisis financiera internacional ha afectado de distintas maneras a las regiones del mundo. Hoy, Europa sufre en varias de sus naciones un golpe severo en sus finanzas. La crisis en Europa tiene dos causas: desequilibrios fiscales y fuerte endeudamiento público (Grecia) o problemas de endeudamiento porque los gobiernos asumieron los activos deshechos de los bancos y este rescate se tradujo en problemas fiscales (caso Irlanda).
En los últimos años la trayectoria del dólar ha tenido prácticamente una sola dirección: su depreciación frente a otras monedas. La evolución del Indice de Comercio Ponderado con el cual la FED mide el valor del dólar frente a varias divisas ha mostrado un descenso del 25% entre febrero de 2002 y diciembre de 2007 mientras que en los últimos periodos la moneda única se había apreciado más de un 8,5 %. Los factores que han contribuido a esta depreciación son muchos, pero entre ellos se destaca el creciente déficit de la cuenta corriente de EE.UU., que ha aumentado incesantemente desde principios de la década del noventa.
Además, los Estados Unidos sufrieron una crisis económica por problemas en sus mercados financieros relacionados con las inversiones hipotecarias. Esta crisis se vio reflejada en su actividad económica. Para evitar una mayor caída, la FED bajó la tasa de interés de referencia, lo que disminuyó el rendimiento de activos norteamericanos. Como el BCE (Banco Central Europeo) no había bajado su tasa de interés, esto provocó que inversores valoraran menos los títulos de renta fija de EEUU y en más los títulos de renta fija de Europa, lo que bajaba la relación dólar-euro.
Hay quienes señalan que la constante ida y vuelta de los precios seguirá sucediendo. De hecho, la mayoría piensa que la divisa norteamericana caería frente a la moneda única europea.. Sin embargo, cuando el dólar se fortaleció frente al euro, hubo muchos que se apresuraron en exaltar el vigor de la economía norteamericana y las supuestas flaquezas de la europea, presentando movimientos de mercado de corto plazo como tendencias de largo plazo. Una de las razones es una modificación de tendencia que vemos en los Bancos Centrales de todo el mundo. Ellos estaban comprando dólares a gran escala, en un esfuerzo para mantener controladas sus divisas, pero estas instituciones no estaban incorporando a sus reservas esos billetes recién adquiridos. En vez de eso, parece que los convertían en euros, libras y yenes, sin importar las señales de venta que mostraron estas monedas.
Si el dólar dejara de ser uno de los refugios clásicos en tiempos difíciles de mercado, es complicado predecir cómo se va a reconfigurar el mercado de divisas. El oro, en este contexto, experimentaría una suba nunca vista, convirtiéndose talvez en la mejor inversión de nuestro tiempo. En el momento actual ya se aprecia una notable suba en el precio del metal.
Por el lado del euro, su fortaleza conduce inevitablemente al encarecimiento de las materias primas, que se encuentran en niveles de máximos históricos y que cotizan en dólares. El fortalecimiento del euro permitiría disminuir el impacto que dicha suba genere en términos de inflación. El lado negativo será que las empresas europeas pierdan competitividad y vean como se reducen sus ingresos. Las causas de la apreciación que tuvo el euro en relación al dólar durante los últimos años son varias. Desde principios de la década del 90 Estados Unidos tuvo déficit en su cuenta corriente, lo que implica que estuvo importando más de lo que exportaba. Debido a que esta situación no se puede mantener en el largo plazo; para que el equilibrio comercial se restablezca los bienes norteamericanos deben abaratarse en relación a los bienes extranjeros, lo que deprecia el dólar en relación al resto de las monedas.
Debe recordarse que al entrar en el mercado, en enero de 1999, el euro se cotizó a 1,17 dólares. Después se depreció un 30% hasta tocar un piso de 0,83 dólares y en el tiempo volvió a repuntar para alcanzar el valor por ej. de 1,10 dólares. Obviamente, estas fuertes oscilaciones en la cotización no son el producto de cambios intensos de productividad ni expresan severas alteraciones del dinamismo de las economías norteamericana y europeas. Luego de transitar más de una década de bonanza, la divisa que unió a doce monedas nacionales como la peseta española, el franco francés, el marco alemán o la lira italiana, entre otras, vieron como se agitaba alrededor algo que siempre se trató de subestimar: su rigidez. Es precisamente esa rigidez la que impidió que países como España aplicaran políticas que, en otras épocas, fueron utilizadas por funcionarios: devaluar la moneda, y por consiguiente los salarios, para así tratar de ganar en competitividad. Ante la imposibilidad han surgido soluciones alternativas, como la creación de un cuasi euro; junto con otras más estridentes y peligrosas, como la de salir directamente de la unión monetaria, según opiniones con todos los riesgos que ello implicaría.
Ahora bien, ¿por qué causa podría desaparecer el euro? Entre otros motivos porque los contribuyentes alemanes no toleren más financiar los desequilibrios de las economías de Grecia, Irlanda y, eventualmente, España, que es el gran interrogante en el corto plazo. En el supuesto que países débiles (Grecia, Italia, España, Portugal, e Irlanda) abandonaran el Euro sería este un escenario muy traumático para la economía global, y hay quienes opinan que sería un gran error por parte de los líderes políticos tomar esta decisión. El único que no perdería con todo esto sería el capital especulativo, que podría accionar con nuevos instrumentos y monedas.
La otra suposición podría ser si Alemania decidiera dejar el euro y regresar al marco; el euro quedaría con los países débiles. Evidentemente, esta situación no le conviene a nadie, ya que la moneda germana se va a apreciar, caerá aún más la competitividad europea (que está basada en la industria alemana) y el resto de los países registrará una caída en el nivel de actividad. El comentario general es que ambas monedas están débiles en el largo plazo. El dólar porque persiste el déficit comercial y por la crisis internacional que obligó a inyectar mucho dinero. El euro, porque Europa depende de USA. La crisis internacional, al igual que en USA, obligó a desplazar fondos con bancos que quebraron en su momento.
El dólar descendía ante el euro y subía frente al yen, ante las expectativas que el Banco Central Europeo (BCE) decidiera subir los tipos de interés en la zona euro y a pesar que Portugal hubiese pedido un rescate a sus socios europeos. El dólar registró ese nuevo descenso ante la moneda única europea pocos días antes de que el Consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE) mantuviera una reunión en la que los operadores dieran por descontado que elevaría los tipos de interés en la zona euro.
El euro viene de apreciarse más de un 11% desde enero, cuando alcanzó su mínimo de cuatro meses, en u$s 1,286. La escalada se generó a la par de un constante movimiento de recursos por parte de la Reserva Federal (FED), que puso en marcha un programa de recompras de bonos del Tesoro para deprimir la tasa, desalentar inversiones, debilitar al dólar y fortalecer la competitividad del sector exportador. La fortaleza del euro tenía una razón: se esperaba que el Banco Central Europeo (BCE) subiera su tasa de interés de referencia en 25 puntos base, a 1,25%, en lo que sería la primera medida de política monetaria que apuntaría a combatir preventivamente una potencial inflación influenciada por el aumento de los alimentos y de la energía. Según las informaciones más recientes: la suba de la tasa de interés por parte del BCE, se concretó elevándose a 1,25%. La moneda europea había registrado su máximo valor en los últimos 14 meses al cotizar a u$s 1,43 en los mercados internacionales.
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