Creemos que es atendible y necesario pensar de manera distinta, lo que no es admisible es que promueva un enojo que se pone en evidencia con contestaciones inapropiadas, sobre todo cuando parten de personas muy representativas del gobierno. No se comprende como un jefe de gabinete se exprese manifestando a cualquier autoridad que se critique de “estúpido”, “estúpido mental”, “mensaje mafioso”,“mamarracho”, “payaso”, etc. Si utiliza estas expresiones sin lugar a dudas puede pensarse que son vocablos autorizados por la presidencia del país. Sabemos que – según la costumbre – cuesta poco a las autoridades máximas – retar a sus súbditos en todos los casos que según ellos vulneran sus normas o los criterios establecidos. Pero en estos casos, no existen tales reclamos de la presidencia, por lo tanto todos sus términos – ante el silencio - se entiende que son aprobados por el Ejecutivo. Tal vez sea una estrategia de ridiculizar al que opina diferente y por eso no existe reacción alguna de quien lo promueve y de quien lo expresa públicamente. Hubo circunstancias en que expresiones de funcionarios importantes eran notoriamente humillantes hacia los opositores. Entendemos que las cosas pueden decirse pero sin emplear adjetivos agresivos. Esto debería ser una norma elemental para todos, más aun debería ser para las autoridades nacionales.
Con el conflicto por las reservas del Banco Central, el Gobierno denunció a través de todos los medios que se trataba de una “conspiración” señalando como participes a grupos empresarios, al vicepresidente de la República, al presidente del Banco Central y a partidos políticos. Hasta se degradó verbalmente a una jueza de reconocidos prestigio y antecedentes, y hasta aventurarse a incluir al Juez Griessa de EE.UU. Hasta ahí no hubiera sido descabellado pensarlo - aún proveniendo del matrimonio gobernante. Basta con recordar, cuantas destituciones en la historia argentina, tuvieron asociados a medios de comunicación, políticos, jueces y hasta organismos internacionales. Pero cuando se contrasta los impecables antecedentes y la notable actuación de la Jueza Sarmiento, con el mensaje oficial de “jueza delivery” o los dichos del ministro de economía de llamar primero a Griessa “embargador serial” y al día siguiente decir que el Juez “había hecho una tarea muy buena para Argentina, al querer retrotraer la situación de embargo”. La credibilidad en una posible “conspiración”, se esfuma. Es evidente que hay que tener cuidado con lo que se dice.
Es digno de reconocer que para muchos, el poder no es una propiedad, no se posee; es una estrategia. En realidad, se ejerce. Las fuerzas del poder, en estos casos, se definen por su capacidad de afectar a otros. A su vez, tienen capacidad de resistencia. Cada fuerza puede afectar y ser afectada por otra. No se debe considerar al poder como un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre otros, de un grupo sobre otros, de una clase sobre otras, sino tener presente que el poder tiene que ser analizado como algo que circula, como algo que no funciona sino en cadena.
La verdad de muchas cosas estaba inundando a la sociedad y con ella se le escurría el Poder al gobierno, ya que había perdido la posesión de esa verdad, por la percepción que la gente recibía de sus acciones y de la crítica. Pero en lugar de cambiar su imagen y su relación con los medios y la sociedad el gobierno utilizó la presión a los medios, como método para revertirlo. A unos con llamados amenazantes o con expresiones en un tono despectivo, a algunos otros con beneficios o con discriminación en la pauta publicitaria.
Cuando el Poder pierde el poder y se reduce su nivel inhibitorio, aflora la insurrección de las verdades sometidas. Es cuando entonces, lo que antes era pecado pasa a ser virtud porque el poder que lo descalificaba, disminuía jerárquicamente, confiscaba y reducía convirtiéndolo en desecho; se debilita al punto de ya no poder ejercer una de las funciones que tiene el poder: la de exclusión que niega, prohíbe y oculta.
La pérdida de poder gubernamental libera aquello que estaba ridiculizado y rescata de la oscuridad esas verdades que estaban dormidas. Allí, quienes estaban escondidos se despiertan (legisladores, jueces, periodistas; obviamente, hay muchas excepciones) porque el poder golpea su puerta y llegó la hora de su verdad.
Es de esperar que haya más dedicación a los temas sustanciales por problemas que acosan al pueblo argentino y no que traten de distraer con enfrentamientos palaciegos, inclusive utilizando expresiones que evidentemente tratan de descolocar a los opositores. Y más aún, cuando provienen los hechos de los reiterados errores cometidos por el gobierno que se empecina en no reconocer. Lo que más nos preocupa es que esto persista, cada vez más las verdades se están ocultando (como la falsedad del INDEC y ahora probablemente se distorsionen las cifras del Banco Central). Todo este desacertado conflicto complicará y costará enormemente solucionarlo después.
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