miércoles, 16 de julio de 2008

Cuestionamiento entre Francia y el Banco Central Europeo sobre política monetaria

Durante la campaña por la presidencia de Francia, Nicolas Sarkozy discrepaba contra el euro fuerte. “Una moneda demasiado cara es un inconveniente, no es un activo”, proclamaba. Y había prometido, en caso de victoria, “desatar una ofensiva diplomática” para debilitar al euro. “Pido que se pueda hacer con la moneda única lo que los estadounidenses hacen con el dólar, los japoneses con el yen y los chinos con el yuan”, proseguía. “¿Es mucho pedir que el BCE lo haga también, empujando el euro a la baja para obtener un tipo de cambio más razonable?”. También, durante la campaña presidencial, el otrora candidato galo no dejó de arremeter contra la política de la entidad, a la que acusó de: refrenar el crecimiento, socavar las exportaciones, destruir empleos, amenazar el porvenir industrial de Europa. Así, Trichet, presidente del Banco Central Europeo, fue uno de los blancos de Sarkozy. La actitud del actual presidente francés ha mantenido en primer lugar una costumbre política nacional según la cual todo candidato presidencial espera favorecerse ante los votantes yendo en contra del símbolo de un poder liberal-monetarista estimado ilegítimo y antidemocrático, al que se acusa de estar más atento a los deseos de los mercados financieros que a las preocupaciones de los ciudadanos. No obstante, una vez instalado, todo cambió. El mundo monetario mejoró, Europa, sobre todo, nuevamente haría oír su voz y se beneficiaría de un entorno de tasas de interés y de cambio más favorables a su crecimiento. Francia manifestaba que espera que la última subida de las tasas de interés de la zona euro sea un evento único, con lo que estableció el escenario para un encuentro donde el presidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet explicará esa medida en persona ante los ministros de Finanzas del bloque. El gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, ha dado un paso más en la velada disputa entre París y el BCE sobre la política monetaria del instituto emisor europeo al afirmar que, "si hace falta", se recurrirá a los tipos de interés para contener el tirón de los precios y lograr el año próximo el objetivo de inflación, por debajo del 2%. La realidad es por lo pronto la del aislamiento de París en su cuestionamiento de la política practicada por el BCE. El alza de las tasas es bienvenida en los otros países de la zona del euro, que tienen un crecimiento mayor que Francia. Y para esos países, que han logrado casi todos vencer el desempleo masivo, el temor a la inflación se impone sobre lo que se deja de ganar en términos de crecimiento y que este ajuste monetario puede presentar. Sarkozy tomó rápida conciencia que era difícil imponer sus puntos de vista. Más difícil todavía, cuando París anuncia medidas fiscales cuyo primer efecto será incrementar el déficit, una salida de pista para nada apreciada en las otras capitales europeas, donde se hace el esfuerzo de llevar políticas rigurosas y dolorosas para sanear las cuentas públicas. El nuevo ministro de Finanzas de Francia señaló que su país no podrá aprobar el denominado Pacto de Estabilidad propuesto - es decir, el compromiso de los Quince de reducir el déficit público y de sancionar a los países que incumplan esta cláusula - hasta que la Unión Europea muestre más interés por el empleo y por organizar un contrapeso político al futuro banco central común. La presión que desde el Gobierno francés se estaba ejerciendo en contra de la inacción del BCE contra la fortaleza del euro ya que, en opinión del Elíseo, es necesaria adoptar también actitudes políticas en la toma de decisiones del instituto emisor. La decisión reciente que tomó el BCE conformó a medias en Francia, de elevar su tasa clave al 4,25 por ciento desde el 4,0 por ciento, pues eso aumentaría un desequilibrio con Estados Unidos y mantendría al euro sobrevalorado. Sólo les tranquilizaba oir que no se planeaba una nueva alza de tasas para el próximo encuentro del BCE. Pero inquietaba la suba realizada – según lo expresaban las autoridades francesas -, porque la decisión del BCE incrementa el desequilibrio con la política monetaria de Estados Unidos. Con tasas al 4,25 por ciento en Europa contra el 2 por ciento en Estados Unidos, se continuaría con el euro sobrevalorado y el dólar débil. El nuevo ministro de Finanzas de Francia señaló que su país no podrá aprobar dicho Pacto -es decir, el compromiso de los Quince de reducir el déficit público y de sancionar a los países que incumplan esta cláusula- hasta que la Unión Europea muestre más interés por el empleo y por organizar un contrapeso político al futuro banco central común.

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