jueves, 26 de junio de 2008

La negativa irlandesa al Tratado de Lisboa En este blog, en fecha 22/12/07 hicimos un comentario sobre la firma de los 27 países miembros de la Unión Europea. Allí mencionamos las reformas que se proyectaban y que sustituirían a la Constitución europea Pero éste Tratado debía ser ratificado por todos los socios. Lo novedoso es una reciente información por la cual Irlanda rechazó en un referéndum el Tratado de Lisboa que se interpretaba trascendental para el futuro de la Unión Europea (UE). El 53,4 % de los electores que acudieron a las urnas, superaron al 46,6 % de los que se pronunciaron por el "sí”. Los irlandeses que rechazaron en las urnas llegaron a 862000. Representan aproximadamente el 1%, entre los 495 millones de europeos. La oposición al Tratado de Lisboa por el único país europeo que lo sometía a referéndum llevaba a la UE a otra nueva crisis. Los votantes irlandeses al rechazar el Tratado de Lisboa de la Unión podrían frustrar los planes de reforma de la Unión Europea. Para la hipotética solución se abrían varios escenarios: abandonar el Tratado de Lisboa y seguir funcionando con el de Niza; renegociar el acuerdo o repetir el método Niza y convocar el referéndum tras adecuar el Tratado hasta que los irlandeses lo acepten. En el primer plebiscito celebrado en Irlanda sobre el Tratado de Niza en 2001 apenas un 34,7% de los ciudadanos ejerció su derecho al voto y acabó rechazando ese texto, mientras que un año después la participación subió hasta del 48,45% y el país adoptó aquel documento. Tras la derrota del primer referéndum sobre el Tratado de Niza (2001), el Gobierno irlandés pudo celebrar otro al año siguiente después de obtener ciertas aclaraciones de Bruselas respecto a la neutralidad nacional y porque la participación del electorado en la primera consulta fue tan baja que no se consideró representativa. El Ejecutivo, dicen los opositores, tiene ahora un significativo mandato electoral para volver a Bruselas y detener el proceso de ratificación del texto comunitario, a pesar de que 18 países miembros ya lo han aceptado por vía parlamentaria. Irlanda es el único país comunitario en el que se usa la vía del plebiscito. Ocho países todavía no se han pronunciado son: Bélgica, Chipre, Italia, Holanda, Gran Bretaña, la República Checa, España y Suecia. Varios irlandeses, alegan que el Tratado provocaría un aumento de las tasas impositivas en ese país y la legalización del aborto, práctica aún prohibida en este país, de gran tradición católica. Irlanda es uno de los países más pro europeos del bloque y el único que ha dado a sus ciudadanos la opción de votar el tratado, que sustituye a la constitución, que fue rechazada en 2005 por los votantes franceses y holandeses. Lo más importante es que el proceso de ratificación continúe en los demás países y ver con los irlandeses qué arreglo jurídico se puede encontrar. Se intenta buscar el final de un túnel en el que la UE ya estuvo cuando holandeses y franceses dijeron se negaron a la Constitución, rechazo que obligó a detener el proyecto. Los líderes de los 27 tendrán que buscar cómo hacer frente a la nueva crisis abierta desde Dublín. Fuentes diplomáticas ya han adelantado que el orden del día de la cumbre, que pone fin a la presidencia eslovena para dar el relevo a Francia, se verá alterado, al igual que el de la reunión preparatoria de los ministros de Exteriores. Precisamente, el fruto de esa situación de la Constitución fue el Tratado de Lisboa, cuyo objetivo, a grandes rasgos fue agilizar el proceso de toma de decisiones de un club de 27 miembros. Redujo el número de asuntos para los que es necesaria la unanimidad, establece una estructura más racional de la Comisión -un presidente elegido cada dos años y medio, en vez de la presidencia rotativa cada seis meses -, reducción de los comisarios; refuerza el poder del Parlamento y establece un sistema de toma de decisiones basado en una doble mayoría -55% de Estados y 65% de población -. Además, reforzaba la figura del responsable de Exteriores. Admiten que ante este rechazo por parte de Irlanda habrá que encontrar "un arreglo jurídico" entre Dublín y los otros 26 miembros de la UE. Significaría esta opción olvidar un proceso que causó enormes preocupaciones a la UE: empezando por el difícil surgir de la Constitución y siguiendo por la oposición inesperada de Francia y Holanda a este texto; la rebaja para hacerlo posible a todas las capitales y finalmente, el proceso de ratificación, en el que sólo Irlanda se aventuró al referéndum. Otra de las opciones, quizá más viable, es que Irlanda repita la votación en unos meses, tiempo en el que el Gobierno tendría que hacer una extensa labor pedagógica para que sus ciudadanos den su visto bueno a un tratado que hoy por hoy no entienden y que les genera dudas sobre aspectos como la tradicional neutralidad irlandesa y sobre la pérdida de peso del país en las instituciones europeas. El Gobierno francés cree que la única solución es seguir con la ratificación del tratado y que los irlandeses repitan el referéndum con un texto adaptado. El presidente francés hizo un llamamiento a los países de la Unión Europea que todavía no han ratificado el tratado para que lo hagan. Dentro de dos semanas asume Francia la presidencia semestral de la UE y ha visto cómo sus planes para reactivar la construcción europea chocaban contra el escollo irlandés. Por su parte el secretario de Estado para Asuntos Europeos, expresaba que para salvar el Tratado, "no hay otra solución" que no sea un nuevo voto de los irlandeses, lo que podría tener lugar tras una "adaptación" del texto para este país. Pero considera que, previamente, el proceso de ratificación debe llegar al final y dejar un tiempo de reflexión a los irlandeses, para conocer si por algunas mediaciones o por una demanda de ellos mismos, pueden volver a votar. España pide que la ratificación por parte del resto de los socios prosiga. Una opción que no acepta la República Checa —ratificación todavía pendiente— ni la oposición ni la opinión pública del Reino Unido, donde corre riesgo el cargo del primer ministro si no convoca a una consulta popular. Mientras, Eslovania sostiene que no se puede ignorar lo que pasó en Irlanda habrá que ver, además, cómo reaccionan los Gobiernos de Suecia y Dinamarca, países con opiniones públicas que tradicionalmente se han opuesto. El modelo danés es el que cobra más fuerza entre los europeos. Recuérdese que el rechazo de los daneses al Tratado de Maastricht en 1992 se eludió otorgando cláusulas de exclusión en ciudadanía, unión monetaria y económica, defensa y cooperación policial y judicial. El temor de los europeos no es irracional, tiene un precedente muy reciente. En 2001, los irlandeses decidieron dar al traste con las pretensiones del Tratado de Niza, que hoy está en vigor gracias a que fue sometido otra vez a consulta popular en 2002 Las razones que explican el aumento de la apatía hacia el documento firmado por los 27 en diciembre en la capital lusa esconden una cierta paradoja. ¿Por qué uno de los países que más ha recibido de la UE no quiere aceptarla? ¿Qué ha fallado? Irlanda ingresó en 1973 siendo uno de los países más pobres. Después de haber obtenido millones de euros en forma de subsidios, sólo superado por Luxemburgo. Bruselas sabe que la situación es delicada, como en mayo de 2005, cuando franceses y holandeses dieron un inesperado no. Por eso ha paralizado cualquier medida que pueda molestar a los irlandeses, en particular a su potente lobby de agricultores, en plena vorágine para concluir, además, la Ronda de Doha. La reforma de la Política Agraria Común está paralizada, como también el debate sobre armonización del impuesto de sociedades, que en Irlanda es mucho más bajo (12,5%) que el de sus vecinos (30% en Reino Unido) y que se considera una de las claves del milagro celta. Además, los avances en política exterior podrían concluir con la tradicional neutralidad irlandesa.

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