domingo, 20 de abril de 2008

El "cuentapropismo" y el empleo precario e informal. El trabajo temporario.

A comienzos de los noventa pareció que era la “hora del cuentapropismo”. Con las privatizaciones, los ajustes en el Estado y la tercerización de las actividades en las empresas desde las propias esferas oficiales se alentó la idea de que con las indemnizaciones de los empleados y trabajadores despedidos dispondrían de un capital que podrían volcar a desarrollar el trabajo independiente. Fue la época en que florecieron los quioscos, los negocios de alquiler de videos, los nuevos taxistas y los remiseros. Las privatizaciones, no fueron beneficiosas para todos. Gran parte de los que desde entonces se desvincularon de su trabajo lo buscaron en forma involuntaria: ventas, fusiones, reducción de costos en empresas superpobladas fueron el común denominador. Pero no todos constituyeron cambios obligados, las modificaciones por nuevas expectativas, emprendimientos propios, cambios de vida, son también razones de desvinculación. Luego, con la drástica apertura económica y los cambios en la forma de comercialización, con la expansión de las cadenas de las grandes firmas extranjeras, se agotó el crecimiento cuentapropista.Resulta claro que en determinados años pasados el desempleo en nuestra economía, aumentó por razones friccionales y estructurales. Existieron etapas de alto crecimiento económico y continuado en algunas circunstancias que darían cabida a esa afirmación. Sin embargo, posteriormente, se advierte una caída en los niveles de actividad económica y por lo tanto, también tuvo su incidencia el desempleo de carácter cíclico. Es indudable que cuanto mayor es la inflexibilidad en el mercado laboral para un cierto nivel de cambio en la economía, mayor es el desempleo friccional. Esa inflexibilidad hace muy costoso para los sectores, regiones o empresas que crecen, contratar nuevos trabajadores, y con ello el desempleo friccional crece desproporcionadamente. También el nivel de desempleo estructural tiende a ser elevado cuando esa inflexibilidad, particularmente la salarial, es muy acentuada.En la Argentina, en la época de los altos índices de desocupación, sólo una rama del mercado laboral creció sin detenerse aprovechando la flexibilidad e indiferentes a cualquier efecto recesivo: el trabajo temporario. Según un trabajo de la Confederación Latinoamericana de Empresas de Trabajo Temporario y Actividades Afines, el empleo eventual se incrementó más de un 26%, respecto de 1995. Esta modalidad siguió expandiéndose en la Argentina; en 1999 se consideraba que cerca de 150 empresas que integraban el sector, facturaban alrededor de 490 millones de pesos. Este sistema permitió a ejecutivos especializados, desplazados de sus puestos anteriores de trabajo, reinsertarlos laboralmente en sus áreas de especialización, tomando en cuenta sus intereses y necesidades personales. Mientras la desocupación total del país llegaba en esa oportunidad al 15,4% de la población económicamente activa, los servicios de telemarketing y la atención al cliente constituían lo más atractivo en el mercado de empleos eventuales.En oportunidades, el desempleo impactó con mayor intensidad en la Capital Federal que en los partidos del conurbano bonaerense. La razón de esto, - para algunos técnicos - estaba en que la ciudad de Buenos Aires contiene al sector más sensible de la economía: los servicios. A mediados de 1999, un estudio realizado cruzando datos de distintas encuestas del INDEC y de la Secretaría de Desarrollo, informaba que los desocupados comprendían: 52%, menores de treinta años; del total, l5% ingresaban al mercado, 30% eran jefes de familia, el 48% varones y el 52% mujeres; otro 30% correspondía a personas que hacía más de seis meses que estaban desempleadas. Otro dato: el 64% pertenecían a hogares que vivían bajo la línea de pobreza y el 60% de los desempleados ganaban entre 175$ y 360 por mes.El empleo precario creció de una manera notoria y también lo hizo el número de trabajadores en el sector informal. Es bien conocido que trabajar en un sector no estructurado trae como consecuencia inmediata un trabajo de calidad inferior, de salario injusto, de falta de condiciones de seguridad e higiene y, por supuesto, de desprotección jurídica y social. En nuestro país, a junio de 1999 el 55,9% de los trabajadores no tenían cubertura social. Uno de cada tres empleados estaban en negro y uno de cada cuatro autónomos no pagaban sus aportes jubilatorios. En total, eran 8.500.000 personas sin cubertura que en el futuro no podrían jubilarse. Sólo el 45% de los trabajadores tenían aportes a su AFJP. La tasa de desempleo informal se estimaba en un 42%. Cuatro, de cada diez trabajadores no aportaban al sistema de jubilaciones y pensiones y los controles del Estado y la legislación resultaron insuficientes.El trabajo en negro era muy pronunciado y englobaba a casi la mitad de los asalariados: eran un poco más de 4 millones de personas que trabajaban sin derechos laborales ni seguridad social. Aunque se trataba de una tendencia ascendente (estaba en 25% a fines de la década del 80) este aumento de los trabajadores no registrados en el 2002 se explicaba por dos razones. De los 1223000 nuevos puestos generados después de mayo de 2002, se estimaba que 900000 correspondían a asalariados (el resto eran cuentapropistas). De este total, 610000 eran de planes de Jefas/Jefes de Hogar que no contaban con seguridad social. El resto - 290000 - eran empleados privados, de los cuales el grueso no estaba registrado.Según el Ministerio de Economía, entre mayo de 2002 y el mismo mes de 2003 los empleados con aportes a la Seguridad Social aumentaron apenas en 59000 personas. Por eso, se estimaba que el 90% del nuevo asalariado era en negro. Así, el mapa laboral argentino mostraba una cruda distorsión que se sumaba a los 2,2 millones que seguían desocupados. Ampliemos un poco estas consideraciones: de los 8,7 millones de asalariados ocupados, 878000 eran beneficiados de planes sociales que realizaban una actividad laboral. Esa gente no cobraba un sueldo sino que recibían una "ayuda" del Estado de 150 pesos por lo que no tiene, por ejemplo, aguinaldo ni salario familiar y no estaba cubierto por la Seguridad Social (como jubilación u otra obra social).El aumento del empleo en negro tuvo lugar pese a la reducción del costo laboral como resultado de las sucesivas rebajas en los aportes patronales que se implementaron a partir de 1994 y de la caída del salario real como consecuencia primero de la deflación y luego de la devaluación. Una práctica muy habitual para tomar personal en negro era hacerlo bajo la forma de contratos de locación de servicios. En ese caso el empleado legalmente aparecía como un trabajador por cuenta propia responsable como autónomo a monotributista, a pesar de que realizaba tareas en relación de dependencia, con horario fijo. Otra práctica era la "terciarización" de actividades, es decir, delegar tareas en una persona "ajena" a la empresa, aunque se tratase de empleados de la compañía.Fue común, por otro lado, la firma de convenios de trabajo con cláusulas flexibles. Las cláusulas más negociadas fueron, entre otras: tiempo de trabajo, movilidad en las tareas, distribución anual de vacaciones y extensión del periodo de prueba.
Este era el panorama laboral en esos años y la manera cómo se instrumentaba la relación con la parte empresarial y el Estado.

No hay comentarios: