En la década del 70 del siglo XX
aparecieron los circuitos integrados de alta densidad, que constituyeron la
base de las computadoras personales pequeñas y baratas, capaces de procesar
miles de millones de operaciones por segundo. En cuanto a las comunicaciones,
cuando surgió el télex como medio fundamental de comunicación escrita, así como
las grandes computadoras y el telefax, se lograron notables avances en la
eficiencia de la actividad comercial y
financiera.
Pero con el advenimiento de las
computadoras personales de bajo costo, los lenguajes de programación fáciles de
aprender, los sistemas operativos amistosos para el usuario, el cable de fibra óptica, la comunicación vía satélite, el desarrollo
de Internet y de las redes informáticas en general, y más recientemente la
aparición de los equipos móviles
(teléfonos inteligentes y tabletas); la situación ha cambiado radicalmente.
Actualmente se combina en un mismo equipo el procesamiento y la transmisión de
los datos, y por su precio estos son accesibles a la mayor parte de las
entidades y personas naturales involucradas en las actividades comerciales y
financieras.
Cada ejecutivo o especialista
puede ahora tener en su mesa —e incluso en su bolsillo— su propia computadora,
resolver de inmediato los cálculos más complejos en relación con su actividad y
comunicarse en segundos directamente con su contraparte de cualquier lugar del
mundo. Podría decirse que prácticamente se eliminó el límite de la cantidad de
información que una persona puede producir, procesar, almacenar e intercambiar;
y de la velocidad de ese proceso. Toda la información que genera la actividad
comercial y financiera se trasmite con rapidez entre los más distantes
lugares del planeta a un costo ínfimo con relación al pasado. En 1975 enviar un
megabyte de información de Nueva York a Tokio costaba aproximadamente 10 000
dólares.
Con el uso de las modernas redes informáticas, el costo actual
es casi nulo. En este nuevo panorama, es ya común que las transacciones se
realicen durante las 24 horas del día, muchas veces a través de computadoras
que han sido programadas para ejecutarlas automáticamente dentro de ciertos
rangos prefijados. Dentro de los avances más recientes está el WhatsApp que es una aplicación de mensajería instantánea, actualmente gratuita, para
teléfonos inteligentes, que envía y recibe mensajes mediante Internet,
complementando servicios de correo electrónico, mensajería instantánea,
servicio de mensajes cortos o sistema de mensajería multimedia.
Son bien notorios, los
impresionantes avances de la informática y las telecomunicaciones de las
últimas cuatro décadas, permiten realizar con rapidez complejos cálculos,
necesarios para decidir y ejecutar las más sofisticadas operaciones financieras,
y transmitir en segundos grandes volúmenes de información a un costo marginal.
Es innegable que estos adelantos científico-técnicos han significado un avance extraordinario en el desarrollo
del comercio y las finanzas, pero no se debe perder de vista que generan riesgos de tal magnitud y
características, que quedan totalmente fuera del control de los gobiernos
nacionales, y pueden tener un impacto muy serio en sus economías. La generalización de la emisión monetaria no
respaldada y la instauración de un sistema de tasas flotantes
En las actuales condiciones del
sistema monetario internacional, las autoridades monetarias no tienen otro
límite para proveer liquidez que no sea que el correr los riesgos de crear presiones inflacionarias en la
economía, ya que el papel moneda que emiten carece de respaldo metálico como en
el pasado. Se da además el caso de un país en particular que puede endeudarse
externamente en su propia moneda, —Estados Unidos—, lo cual les garantiza una
situación privilegiada y crea grandes riesgos para el resto del mundo, pues el
nivel de liquidez mundial depende en gran medida de las necesidades y objetivos
de endeudamiento externo de ese país.
O sea, la liquidez que se requiere para
llevar adelante de manera fluida la actividad relativa a la especulación
financiera tiene hoy fuentes garantizadas. Debemos recordar que de acuerdo con
las normas predominantes en el sistema monetario internacional reinante en la
segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX, las monedas tenían un
contenido fijo de este metal y por lo tanto, un tipo de cambio fijo entre
ellas. El oro era el dinero mundial
que se utilizaba para cubrir los saldos en las transacciones de pago
internacionales.
Es de señalar que la libra
esterlina tuvo un contenido fijo en oro de 7,33 gramos de oro desde 1816 hasta
1914 de manera que durante casi un siglo no se produjo ninguna alteración en el
contenido de oro de esa moneda, que era la principal divisa del mundo por
entonces, lo cual constituía un importante punto de anclaje, y reducía las posibilidades de especulación en
la actividad financiera. Además, como parte de su estrategia política y
económica, Estados Unidos lanzó una verdadera cruzada antioro durante la década
del 70 del siglo XX, tratando por todos los medios de consolidar la hegemonía
del dólar y de blindarse contra toda posibilidad de que el oro pudiera ocupar
nuevamente el centro del sistema monetario internacional.
Como culminación de sus acciones,
en la reunión del FMI efectuada en Jamaica en 1976, logró imponer la Segunda Enmienda del Acuerdo Constitutivo
del FMI, que entró en vigor en 1978, con lo que dio el paso final para
despojar al oro de toda función en el sistema monetario mundial. La citada
enmienda excluye la posibilidad de fijar el valor de una moneda tomando el oro
como referencia. Además, se decidió que el FMI debía seguir una política
dirigida a asegurar que los mercados de oro no estuviesen sujetos a
manipulación (léase regulación estatal) y que no se estableciera un precio. O
sea, que el FMI debería dirigir todos sus esfuerzos a garantizar que el oro
tuviese el mismo tratamiento que cualquier otro producto físico, y que no
volviese a asumir sus anteriores funciones monetarias. Se abolió cualquier
noción de un precio oficial para el oro y se derogó toda obligación de los
países miembros de hacer pagos al FMI en oro.
En resumen, con todos estos
acontecimientos, en general, desaparecieron las restricciones que limitaban los
niveles de emisión monetaria y se crearon las condiciones para consolidar un
sistema de tasas de cambio flotantes, que ofrece un escenario ideal para la
especulación monetaria a gran escala, como lo prueban el monto colosal de
transacciones que se realizan diariamente en los mercados de divisas.
Fuente: CIEM
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