La inflación es uno de los temas económicos más controvertidos. A todos nos afecta. A unos más que a otros, indudablemente, pero en general una sociedad enfrenta pérdidas cuando enfrenta un fenómeno inflacionario. Por eso la urgencia que han tenido algunos gobiernos por reducirla persiguiendo la estabilidad de precios. A pesar que en los últimos tiempos esta expresión ha sido ampliamente difundida, pareciera no tener una clara definición. Casi siempre, cuando se usa este término se suele pensar que se tiene en mente el componente persistente o de largo plazo del índice comúnmente utilizado para la medición del nivel de precios.
Debe recordarse que, en general, se mide la tasa de inflación a través de un índice de precios de una canasta de bienes de consumo de una familia urbana "típica" (el Índice nacional de Precios al Consumidor). Los bienes que se incluyen en esa canasta tratan de representar el consumo "completo" de dicha familia. En otras palabras, la muestra incorpora un conjunto muy variado de bienes y servicios.
Pero, algunos entienden oportuno comentar que hay bienes (y servicios) que, por su naturaleza, sufren grandes variaciones en sus precios a lo largo del tiempo. Por ejemplo, los precios de los productos agropecuarios tienden a aumentar o disminuir debido a factores como: los resultados obtenidos en las cosechas, al comportamiento del clima, a las sequías, a cuándo llegó (o no llegó) la temporada de lluvias, es decir, a variaciones estacionales que no pueden preverse. Los precios de otros servicios pueden también fluctúar enormemente, aunque el periodo de variación de estos precios sea muy específico. Finalmente, hay ciertos precios de bienes o servicios que ofrece el sector público de los países, que también tienden a fluctuar mucho durante el año, debido a decisiones oficiales, que en ocasiones nada tienen que ver con los mercados. Estos componentes con precios muy volátiles afectan –evidentemente- a la tasa de inflación general, provocando que ésta tienda a reflejar esas variaciones, que en ocasiones pueden ser muy bruscas.
Por lo tanto, el criterio es que si se eliminan estos tres grupos de precios nos quedamos con un conjunto de bienes y servicios cuyos precios tienden a mostrar un comportamiento más estable –con menos fluctuaciones - a lo largo del tiempo. Este conjunto de precios representa la inflación de mediano plazo. Es, en otras palabras, la inflación estructural. En inglés, este concepto es conocido como "core inflation", término muy descriptivo de su esencia. En nuestro idioma el término es conocido como inflación subyacente.
¿Por qué es importante la inflación subyacente? La razón es que nos ofrece información sobre el posible rumbo de la inflación en el futuro, es decir, en el mediano plazo. Por ello varios Bancos Centrales han puesto su empeño de que ésta tienda a converger a una meta de la inflación general de cierto porcentaje. En la medida en que la inflación subyacente tienda a esta cifra o incluso sea menor, la inflación general se acercará a la meta buscada por un Banco Central.
¿Qué ponderación tiene la inflación subyacente en la inflación general? La inflación subyacente tendría una ponderación significativa del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). El porcentaje restante correspondería al conjunto de genéricos con mayor volatilidad: agropecuarios, administrados y concertados (los del sector público), y algunos otros.
En nuestro país, varias instituciones, inclusive privadas, orientan con este tipo de considerar la inflación.
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